CHILE EN MARCHA. Vómito por injusticia y grito despertador. Manuel Canales Cerón


   

CHILE EN MARCHA.
Vómito por injusticia y grito despertador.
Manuel Canales Cerón
Profesor titular de la Universidad de Chile
Miembro del claustro del Doctorado en Ciencias Sociales, Universidad de Chile
Académico Instituto de Ciencias Sociales, Universidad Estatal de O´Higgins
Santiago, Chile, 27 de octubre de 2019
I. Lo que explota y lo que aparece.
1.
Lo que explota es la injusticia de una sociedad de privilegios de casta,
ejercidos con desmesura y arrogancia –ese modo abusivo que alimenta la
impunidad histórica-.
-De los privilegios, sabe el reconocimientos sensible y, sin buscarlo, de
alcance histórico de Cecilia Morel1;
-sobre la desmesura, la tuerca apretada siempre en el borde, y a veces
pasándose, y entonces, pum!, como cuando el CAE al 6% y ahora el metro
y ayer la luz2;
-y de lo arrogante, el pseudo humor de casta de Fontaine-Larrain3 o el
oasis de Piñera-Echenique.
2.

1 Cecilia Morel, Primera Dama de Chile, en un audio que se hizo público decìa textualmente:
“Vamos a tener que disminuir nuestros privilegios, y compartir con los demás”, 21 de octubre de
2019. ttps://www.youtube.com/watch?v=HGNyOuer8uI
2 CAE: Crédito con Aval del Estado, mecanismo de financiamiento de la educación superior que
permitía que los bancos privados ofrecieran créditos a los estudiantes, usando como aval al Estado.
Fue una de las banderas de lucha del movimiento estudiantil de 2011 y representó el primer pilar
de la política neoliberal en materia de educación que fuera derribado en ese entonces.
3 Juan Andrés Fontaine, ministro de economía, en relación al alza de la tarifa en el transporte
público, el 7 de octubre de 2019 señalaba textualmente: "Quien madrugue puede ser ayudado a
través de una tarifa más baja" (https://www.youtube.com/watch?v=nFO4zjFniso). Las
declariaciones de Sebastián Piñera sobre la situación de Chile como un oasis en Latinoamérica, son
ampliamente conocidas.
El apartheid social es lo que la explosión deja expuesto, abierto. La
desmesura y la arrogancia, los comburentes. Ni clases medias ni
meritocracia, esto queda resonando a lo que se creía extinto, por si fuere
al menos por lo innombrado: el pueblo, Chile. Eso, ese, es lo que
despierta: todos los restos de sociedad y de sujeto que el orden neoliberal y
sus imaginarios de estratificación y promoción social no pudieron fijar o
diluir.
Es ese querer ser sociedad que quedó libre y por marchado, remarcado.
Eso, ese, es lo que estalla en estos días. El pueblo.
“Los obreros, estudiantes, campesinos, pobladores, maestros
enfierradores, técnicos y profesionales todos juntos, como o uno
solo y eso me emociona” (Maestro enfierrador de la
construcción)”
Uno y claro; y ya se sabe lo que quiere el pueblo
“un solo pueblo que quiere igualdad”. (Gary Medel)
Chile-Popular, ahora sí, al menos como deseo, según a mayoría que quiere
serlo y se trae el nombre del conjunto a su propia semántica y avenidas de
siempre.
¿Quién es chile?: los pueblos, de la Universidad de Chile, del Colo Colo,..
según se cruzaron sus banderas y cantaron al consuno aquello de solo le
pido a Dios..-
II. La insumisión. Antecedentes necesarios para entender lo
marchado.
La sociedad chilena viene formada, desde origen, y es su cuestión
permanente hasta ahora, sobre dos pinzas articuladas: la casta –el
principio esencial de la desigualdad, específicamente de casta o de
estirpes, combinando de modo sutil y total clasismo y racismo, y el
principio de la sumisión -el sometimiento como sin sentir, y hasta gustar,
del yugo.
A la entrada del fundo estaba escrito nunca miraras los ojos de la familia
y obedecerás siempre. En rigor eso era todo; así se hizo una sociedad que
duró cuatro siglos –la única que ha durado, descontando la presente que
lo está logrando, todavía-. 
Fue lo que se intentó desmontar por la vía democratizante en lo social y en
lo político en el proyecto reformista entre los cuarenta y el golpe. Y lo que
quedó incólume al otro día del castigo. Los apellidos volvieron a sonar la
única ley, y cuando no, o antes de ello, la obediencia sumisa se hizo regla
pegada al cuerpo y los colores de la ropa.
El modo neoliberal mantuvo el encuadre de modo novedoso: mediante a)
la estratificación social mesofílica –esto es, la construcción del mito
académico y político de las clases medias del modelo- y b) la conexión
ideológica del ethos neoliberal –esto es, la construcción del mito del tu
puedes, tú eliges, tu respondes por tus caminos y metas- desapareció el
pueblo y desapareció la sociedad, y con ellas ya no se vio más nada: ni la
oligarquía ni lo popular, ni se sintió el yugo de nuevo, que parecía ahora
el modo natural de la vida.
Mientras esa creencia doble funcionó, esto es, fue verosímil, -y mientras no
detonaran con la desmesura y la arrogancia- entonces el sistema funcionó
acoplado a las almas. Y todos parecían estar, o debían parecer estarlo,
felices.
.estábamos felices de mentira, y ahora estamos mal de verdad-.
(Ver infografía de la felicidad de los ciudadanos de Piñera, en
Chile en marcha.)
Es la sumisión la que dejó de funcionar por un tiempo y se hizo sentir la
furia que se fue acumulando elección tras elección individual, como el
resto melancólico por lo que nunca podrías optar, y como el vacío hosco
que queda de elegir y elegir y seguir siendo de los mismos y de donde
mismo.
Cuando el consenso apabullante del ethos neoliberal deja de acallar a la
subjetividad, según cada vez se van acumulando las frustraciones, los
desengaños, las desilusiones, las constataciones de que nunca habido
promoción social
Cada vez mostrando la nueva medianía y señalando su eterno ser plebeyo.
Acaso es la crueldad del modelo actual mayor incluso que la de los fundos.
Obliga a levantarse como sujeto y hacerse cargo individual de los destinos,
y luego ha de saberse, al paso siguiente, que no hay camino ni se puede
hacer, si quiera, camino al andar, y maldito sea el poeta que nos embaucó
con el run run del tu puedes, del tu eliges, tu respondes...clase media…
“nos dicen clase medias ¡ no somos clase media¡”
(vicepresidenta de las recolectoras)
Tanto cambiar y progresar para seguir siendo los donde mismo. Tanto
elegir y elegir como individuo y quedarse siempre en el mismo estrato.
Pues se hace evidente que aquí sigue estando la casta y sus estirpes, y que
aquí sigue estando el mestizaje y sus costumbres; que la educación
superior no es para todos, y que los más seguirá recibiendo una educación
superior-inferior, o que la educación media tampoco es para todos, y que
unos seguirán teniendo una valida y otra que nació desacreditada; y así
los barrios, las ropas, las comidas.
Por eso volvió a sonar como de ahora la voz de los ochenta , Los doce
juegos son ahora diez y seis pero vienen a ser lo mismo, La autoconvocatoria del baile de los que sobran4 suena a más verdad que todas las
evidencias y publicidades del tú puedes.
En suma, cuando el sujeto comienza a sentir incomodo el yugo en el
cuello, y a saberse defraudado –por el fraude- de su rango social, cuando
ya no quiere más jugar a eso de tu puedes, tú eliges, etc., ni se quiere
refugiar más entre unos separados de los suyos, -y pasa además que los
que mandan se descuadran en el apriete y en el respeto- entonces el orden
tambalea y se va a la cresta la zapatería (Roberto Parra):
como el desquite –cuando quitan al supermercado o al farmacia - , como
una descarga de odio puro –cuándo se ataca a sí mismo el pueblo- , o como
odio selectivo –cuándos se ataca a los íconos del poder- en fin, en todos los
modos que cada cual va sacando su rabia.
Y después la marcha, la marca de la ciudad que anuncia un deseo de
sociedad, con tanta fuerza de presencias que lo deja representado hasta en
la iconografía de los documentos para siempre: pues aquí quedó
documentado que hay un pueblo que no creyó un día aquello que ya no
exisistía y se apareció en octubre, en la alameda, como costumbre fuera.
.Eso es lo que anda suelto, el fantasma de la sociedad chilena, el alien
nuestro de cada día, el otro temido y odiado porque se le sabe lleno de

4 “El baile de los que sobran”, canción del grupo de rock Los Prisioneros, editado en 1986, desde su
lanzamiento se ha convertido en un himno contra la exclusión y la desigualdad social.
bronca por los siglos de los siglos recibidos como ley de inferioridad y
sumisión.
Es la casta la que está a la vista según ahora la miran los ojos de pueblo:
(los individuos, eligiendo, nunca podrían, y los sectores medios están
nombrados, llamados a mirar hacia abajo por su hubiera o hacia las
vitrinas bien dispuestas).
Por eso los mea culpas, los perdonadme, los autocastigos, y los bonos
impensados, y suben los sueldos, y bajan los tags, y la empatía, y ese
repentino hacerse humanos y hablar de la patria común. De nuevo se les
apareció el miedo y ni hablan, fantasmean
III. Quién, para qué, qué hacer.
1.
Una marcha en busca de su propio constituirse. Cierto que un deseo de
sociedad, pero todavía eso, un deseo de lo negado.
Es hasta ahora expresión pura, y la plaza no es solo catarsis. El que
despierta debe empezar a saber quién es y qué quiere y qué puede hacer.
Hacerse a sí mismo en el proceso y hasta construir su propia espacialidad
política.
Tres posibilidades:
O vence de nuevo, como en parte después del 2011, el diario neoliberal
que sigue siendo, allá fuera, en la realidad del cotidiano, la ley;
O toman forma nuevas representaciones políticas que aborden de modo
frontal la cuestión ya dicha de fondo por todos y todos los tonos –eso de la
Justicia Social o la modernidadO seguirá acumulándose la energía de esta injusticia social insoportable y
se vienen nuevas explosiones.
2.
Acaso mañana estemos de vuelta en tal cotidiana escena de la ciudad
neoliberal. Y cada uno en su estrato, y haciendo sus tareas, y llegando a 
fin de mes, y reiniciando el ciclo, a medio gusto por el consumo concedido
a diario, y a medio disgusto por el exceso de carga que parece sentirse
para tan poco estímulo de retorno, y así… Afanando a elegir bien, lo mejor
posible, atinar, competir, sacar ventaja, ver la chance, y acaso vuelvan
todo a sus hogares, encerrándose tras las rejas y entre los televisores, y
cada quien en su metro cuadrado, y uno es el que compra, uno es el que
elige, y el uno no se mete con nadie, y el uno no se mete en política, en fin, si
volvemos a eso de nosotros los sectores medios.
En fin, si volvemos al rosario neoliberal, el que nos sujeta y amolda a la
sociedad apartheid chilena, ahora como individuos cara a cara, cada cual,
con el sistema, y nos aterrorizamos ahora por el matinal de la violencia
diaria suficiente para mantenernos más que aterrados, llenos del miedo
que un discurso punitivos siempre estará dispuesto a alimentar, y con
todo gusto, o nos saciamos de la porno alimentación y sus semióticas
abrumadoras de deseos y fantasías, en fin, como fuere que cada quien
llevara su cotidiana existencia como ser social adaptado y corriente en la
sociedad esta y sus leyes,
Entonces acaso parecerá que todo fue como una película –como el
terremoto, entremedio la vida misma y algo extraordinario, fuera de
nosotros, esa extrañeza con la que convivimos pero a la que no cabe nunca
entender propiamente como parte del ser cotidiana. Se vivirá como esa
extrañeza familiar, en que nos resuena un pendiente, un faltante, una
cuestión sonante tras la música del día a día de los mall y los anuncios
eternos de la vida sonriente y estimulante.
(Así fue ya con la memoria transfigurada de la protesta popular, la
mensual, de los años 80 –salud Hilda, salud Carola, compañeras del
COJUCO, san Gregorio, 83-.)
3.
Entre el silencio –El Grito- y la palabra
(resuenan los ochenta, despues de los 90).
Es desproporcionada la potencia expresiva de esta revuelta respecto de su
eficacia política, según carece de proyecto y de organización suficiente para 
la tarea que alumbra. Seña del vacío político que dejó la dispersión, y
cuando no deserción, histórica del civismo democratizante de los años
cincuenta o socializantes como los posteriores.
Es momento de un nuevo actor político que lo interprete; su consigna ya la
tiene, Pueblo y Justicia Social: pues ese es el que habló y que así quiso
nombrarse, hasta a la fuerza de la voz popular que se sabe desafiando las
nociones oficiales, y pues eso es lo que dijo y mostró con todas las señas
para entendedores duros. Pueblo, el que aparece como tal en la
desigualdad, y justicia, lo que le interesa como clase histórica,
precisamente lo que le falta, lo que lo niega cada vez, uno a uno, y luego
los borra, hasta en el nombre como conjunto.
Pero pueblo e injusticia social son las palabras prohibidas en el consenso
neoliberal del chile vigente hace cincuenta años. El pueblo no es cliente, y
la justicia no la venden en el mercado. En vez de pueblo, pobres o clases
medias; en vez de justicia, crecimiento.
Por lo mismo, si nace, lo hará desde una diferencia radical a las fuerzas
hegemónicas actuales. Estos viene prohijados en el esquema que ha
mostrado sus costuras; la tarea es gramsciana y monumental: construirse
como tal, sobre la base de la destrucción de las formas cívicas y sus
organizaciones políticas previas –aquel sistema vertebrado y que
vertebraba la sociedad, (Garretón)- , pero también según se hizo doctrina
la despolitización generalizada como la norma –asi acorde al ethos
neoliberal (¿Para que política?) –; esto es, reconstruir hasta la idea de
sociedad y de política - acaso entre lo más valioso que se llevó consigo
estos treinta años de liquidacionismo recientes.
En fin, mientras la política siga entregada a los que fueron domados por el
capital y construyeron su propia red dereproducción eterna y al mismo
tiempo degradándose y degradando la institución a la que servían, con ella
a la democracia entera, entonces esto que ahora explota seguirá doliendo,
como el exceso de la fuerza cuando Tánathos toma la escena.
IV. Justicia, Pueblo, Igualdad.
No es solo la desigualdad: es la Injusticia de la desigualdad. Y eso se grita
o se vomita.
Lamentablemente, para los buenos deseos de la señora Morel, no bastará
con compartir un poco más los privilegios. Se trata que ningún privilegio
es aceptable, pues es precisamente eso: un privilegio, ergo, injusto,
irracional, a su modo entonces violento.
Eso es lo que está flotando, la demanda que nunca ha podido fluir bien en
esta sociedad: aquello del fin de los privilegios de cuna. Sigue faltando la
revolución moderna que terminaba con las castas y ponía en su lugar la
sociedad de los individuos y las clases sociales. Aquí la historia se quedó
pegada al fundo, y se mezcló bien con el neoliberalismo. En esa mezcla
prosperó nuestra actual familia oligárquica, con un pie en la razón
patriarcal y feudal de “las familias” y el liberalismo desatado de los
exquierdistas conversos.
Mientras la sociedad chilena no asuma que su cuestión fundamental es la
injusticia en que vienen organizadas las oportunidades de vida, de modo
brutalmente estable por siglos y remarcada en todos los registros posibles
–parentelas, barrios, colegios, ropas, gustos-, esto es, mientras no se le
asuma a la desigualdad de castas, o apartheid social -que se quisiera
además étnica según tanto lucen los brillos rubios o los apellidos rancios o
“extranjeros” en este país- como su cuestión más antigua, más marcada y
más acuciante ahora mismo, seguirá latente esta energía que se acumula
en cada resto de irracionalidad que el sujeto popular debe absorber,
tragar, en cada una de sus acciones - cada gota de injusticia que saliva el
sujeto que no podía ni siquiera nombrarse como tal.
Y cuando el brebaje se hace desmedido y viene enseñado con la
arrogancia que da el olvido por desprecio, ese irrespeto total más que
simple falta de empatía, entonces, en vez de política, vómito.
Esto fue esto: vómito por injusticia y grito despertador.